Un interesante estudio de Google, publicado en Nature, ha confirmado que es posible aprovechar el potencial de la inteligencia artificial (IA) para mejorar y potenciar las técnicas de diseño de semiconductores que utilizamos actualmente y que, como quizá sepan algunos de nuestros lectores, han sido el fruto de numerosos esfuerzos que se han ido desarrollando en el campo de la ingeniería y de la física durante las seis últimas décadas. Esto permitiría, en teoría, crear chips diseñados por IA más potentes.
En la documentación del estudio podemos ver que se alude a un sistema de inteligencia artificial impulsado por el aprendizaje automático, que es capaz de colocar macrobloques de forma individualizada, es decir, uno a uno, en la plantilla de un chip. Dicho sistema adopta, por tanto, el clásico enfoque de una red neuronal profunda con capacidad de aprendizaje, con una arquitectura inspirada en el cerebro humano, que puede ser entrenado para mantener, únicamente, los cambios positivos en su proceso de aprendizaje. Gracias a esto se elimina la posibilidad de error, y se crea un árbol de decisiones que tiene, cada paso, totalmente optimizado.
Ese proceso totalmente optimizado nos ayuda a entender por qué los chips diseñados por IA pueden ser más potentes que sus equivalentes humanos. Sin embargo, debemos tener en cuenta que esta tecnología solo se está aplicando en la etapa de planificación de la base de los chips, una fase previa a la producción que, curiosamente, es una de las más minuciosas y complicadas. En esta etapa, los profesionales tienen que colocar los macrobloques en sus diseños de semiconductores en posiciones muy concretas, si quieren conseguir unos valores determinados en términos de eficiencia y de rendimiento. Esto es fundamental, ya que las señales eléctricas tienen que atravesar diferentes componentes del chip, y la manera en la que se organizan sus elementos puede tener un impacto enorme en sus prestaciones.
Pues bien, los chips diseñados por IA consiguen un resultado superior, lo que al final permite dar forma a chips que no solo serán más potentes, sino que también serán más eficientes. En la primera imagen podemos ver un diseño elaborado por un humano (izquierda), y en la derecha el diseño de un sistema de inteligencia artificial basado en aprendizaje profundo. Las diferencias son claras, pero hay que añadir también el tema del tiempo, y es que una IA sería capaz de completar, en menos de seis horas, procesos minuciosos que requieren, en manos de un humano, de varias semanas o incluso meses. También pueden afrontar problemas de ubicación que nunca antes se habían llegado a abordar.
Fuente: https://www.muycomputerpro.com